Nunca antes la historia real de un perro había sido llevada a un cuento, al menos en Andalucía. Así lo asegura la delegación cordobesa de la Comisión Investigadora del Maltrato Animal (CIMA), que advierte que es la mejor fórmula para sensibilizar a adultos y niños de que los animales no son caprichos momentáneos, sino seres vivos que sienten y padecen, por lo que, antes de abandonarlos en cualquier rincón, se tendría que pensar en las consecuencias.
Eran alrededor de las seis de la tarde de un día de invierno cuando un niño que se encontraba jugando a las canicas localizaba a Sami herido; lo recoge y lo acerca hasta la citada institución.
La presidenta de la protectora, Emilia Moreno, asegura que en aquel momento el animal era incapaz de beber y de comer. Estaba muy asustado y no se acercaba a nadie por la desconfianza que sentía hacia el ser humano. Y es que, cuando lo recogieron, Sami estaba moribundo. Le habían dado una paliza de la que le costó recuperarse.
Sin embargo, entre el niño y el perro surgió un sentimiento especial. El animal comenzó a jugar con el pequeño, e incluso comía de su mano. A las pocas horas, el niño, exhausto, se quedó dormido y Sami hizo lo mismo junto a él. A partir de ese día, los dos se hicieron inseparables, incluso más allá de la distancia.
A los pocos días, un señor se interesó por el animal y decidió adoptarlo. El niño pasó toda la noche llorando. Sin embargo, no pasaron ni 48 horas cuando los dos volvieron a verse. Sami rasgó la puerta del domicilio donde residía el pequeño: se había escapado en busca de su salvador. Emilia relata cómo llegaron a dar en adopción al animal hasta en cinco ocasiones más, pero éste siempre volvía buscando al niño.