miércoles, 2 de marzo de 2016

Capítulo #5 Un día normal

Un día normal en el veterinario para nosotros consistía en, tras escuchar que el veterinario había llegado a la clínica, ponernos en pie y empezar a ladrar de emoción con un aullido casi inaudible. El veterinario, como todas las mañanas, abría la puerta de la habitación y saludaba a todos los huéspedes de aquella clínica.
- Buenos días - decía con un tono alegre
Mi hermana y yo salíamos disparados al plato de comida cuando éste los rellenaba. De nuevo la maldita pastilla. ¿Pero es que no se dan cuenta que sabemos que han hechado medicamentos en nuestra comida? Pero eso siempre daba igual, el hambre que teníamos era mayor a cualquier preocupación en aquellos momentos.
Los enfermeros decían que mi hermanita estaba ya casi totalmente recuperada pero que temían por mí, porque aún seguían poniéndome esos tubos. No entiendo por qué se preocupan; ¡si yo me siento estupendamente! Pero sí que es verdad que a veces esos vómitos rojos me dolían... Pude escuchar que me lo más probable era que me tuvieran que operar, pero aquella familia tan solidaria que nos recogió no querían hacerse cargo del coste de mi operación... Ya mismo, en un par de horas, iban a recoger a mi hermanita, pero yo tenía fe en que a mí también, o al menos, al poco tiempo, para no tener que separarme de ella.
Mientras esperábamos a que llegaran, mi hermana y yo jugábamos detrás de una pelota azul, empecé a vomitar. ¡Otra vez no! ¡O si no me volvería a poner esos tubos! Rápidamente la enfermera me atendió y como era de extrañar, me volvió a conectar a esa máquina con tantos tubos. Yo la llamaba pulpo; porque tenía forma de pulpo.

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